martes, 17 de marzo de 2009

Aborto: Ojos que no ven...

Buena se ha armado con esta valla publicitaria en contra del aborto (o en pro de la vida, según el color del cristal con que se mire) impulsada y pagada por la conferencia episcopal española, en oposición a la reforma de la ley del aborto que acaba de presentar el gobierno socialista. Será demagógica e intervencionista, pero el caso es que cumple con creces la finalidad de toda campaña propagandística: no dejar a nadie indiferente. Escuchen la cadena COPE o la SER, y comprobarán lo agitadas que circulan estos días las ondas radiofónicas.

La verdad es que el tema del aborto es un asunto sumamente peliagudo. Les reconozco que lo considero muy necesario y casi inevitable en algunos supuestos (riesgo de la salud de la madre, grandes deformaciones, violaciones, etc), y, como poco, realmente práctico en algunos otros (embarazos adolescentes, no deseados o simplemente inoportunos, por el motivo que fuere). Así que, probablemente, no me resultaría nada descabellado acogerme a "la interrupción voluntaria del embarazo" (valiente eufemismo) de verme yo (difícil, soy varón) o, mejor, de verse mis futuras hijas en alguna de esas delicadas situaciones.


Y bien que me avergüenzo de pensar así. La foto que encabeza este parrafo es la imagen de un feto de 6 semanas. Un poco más abajo tienen las correspondientes a criaturas de 10 y 14 semanas, justo el tiempo que la nueva ley marca como límite al aborto libre y gratuito. A partir de esa edad, aunque también es posible, el aborto legal y subvencionado resulta un pelín (no mucho) menos accesible. Sumados unos y otros, en España se realizan más de 100.000 abortos legales al año. Es decir, en diez años, el estado elimina un millón de "bichitos cabezones" como los que tienen en las imágenes.


Clarificadoras fotografías y demoledores números. ¿No creen?. Dan mucho que pensar. Es difícil que nadie en su sano juicio pueda tolerar y, mucho menos, apoyar tamaña cantidad de crímenes. Pero el caso es que muchos lo hacen. Incluso yo, como les dije antes, podría considerar recurrir a este método de exterminio, de verme en una situación límite. Lo cual viene a querer decir que apenas me diferencio en nada de un psicópata en toda regla. Soy capaz de hacer matar, o de dejar que otros lo hagan, y proseguir con mi vida cotidiana como si tal cosa.


Vivimos en una sociedad enferma. Asumámoslo. Tratamos de engañarnos y justificarnos, condenando a aquéllos que intentan en vano abrirnos los ojos, y los tildamos de retrógrados, machistas, fachas y epítetos similares. Pero de nada nos sirve, porque, aunque nunca lo reconoceremos, sabemos perfectamente que los sanos son ellos, y nosotros, los enfermos. O aún peor, los asesinos.

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