No sé si será una buena idea dedicarle una entrada a este fantástico escritor de ciencia ficción, y perdonen la redundancia, pero era tan tentadora que no me he podido contener. Y se lo comento porque este buen señor tiene una edad más que respetable (nació en 1920), y si ustedes son habituales lectores de este blog, sabrán que algunos de los personajes que homenajeo en mis posts, tienen la mala costumbre de morirse al poco tiempo (veáse John Balan, o el añorado Juan Antonio Cebrián). Ahora que lo pienso, eso mismo le pasa al festival de cine de San Sebastián donde creo se están pensando entregar un nicho conjuntamente con su concha honoraria. Seguramente nuestro protagonista sería capaz de trazar una buen relato de terror con lo que les acabo de contar, no en vano es el autor de novelas tan genialmente originales como "Crónicas marcianas", "El hombre ilustrado" o "Fahrenheit 451".
Es precisamente sobre esta última novela sobre la que me gustaría hacerles una observación. Por si no la conocen, su acción se desarrolla en una sociedad futura cuyo equilibrio radica en la igualdad absoluta entre todos sus integrantes. No me refiero sólo a que sus habitantes tengan todos idénticos derechos, que también, sino también a las mismas inquietudes, expectativas e ilusiones. Pero claro, ¿cómo encontrar un baremo uniforme conociendo la gran diversidad del ser humano?. Los dirigentes de esa sociedad distópica lo tenían claro, y encontraron su respuesta en la aplicación de un rasero tan bajo que cualquier individuo lo pudiese alcanzar. Por lo cual los máximos enemigos de ese mundo paritario pero mediocre serían aquéllos que se elevaban claramente por encima de la media. La consecuencia lógica era que nada podía haber más peligroso y subversivo que el libre pensamiento, la cultura, el arte, la genialidad, o cualquier otra manifestación humana de excepcionalidad. De ahí que la principal ley que regía en esa organización era la de la prohibición de la lectura. Y para fomentar y vigilar su estricto cumplimiento, se hacía necesaria la existencia de brigadas dedicadas a la destrucción y eliminación de cualquier conocimiento escrito. El protagonista de la novela pertenece a uno de estos cuerpos especiales. Su misión era la de descubrir libros ocultos, y hacerlos arder a la temperatura de 451 grados Fahrenheit, justo el calor necesario para que se carbonizasen.
Reflexionen un poco sobre este argumento que estaría representado por la ecuación fundamental "Orden=mediocridad+ignorancia", siendo esta última un requisito fundamental para conseguir el grado de conformismo necesario para que el sistema se desarrolle con normalidad sin originar elementos sediciosos que pongan en peligro su pervivencia. Piensen ahora en las políticas (de educación y comunicación, sobre todo) que padecemos no sólo aquí en España, si no en gran parte del mundo occidental, ¿no creen ustedes que se rigen por la misma fórmula elemental que la sociedad surgida de la imaginación de Bradbury?. Puede que aquí no se quemen libros, pero si huele a quemado, y basta con respirar para percatarse, es que continúan azuzando las brasas.
Enlaces relacionados:
-Descargar en pdf "Fahrenheit 451"
-Web oficial de Ray Bradbury
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5 comentarios:
Cuanta razón tienes.En nuestro mundo de no-ficción es innecesario quemar libros pues ¿para qué destruir lo que no se consume? Parece que resulta menos apasionante leer a Bradbury que pasarse horas aniquilando marcianitos.
Pues no me refería exactamente a lo que dices de para qué quemar algo que no se utiliza. Pero es un buen apunte, sin duda. Y complementa bastante bien mi exposición, además.
Gracias por tu comentario.
Me pregunto como sería mi vida y como me sentiría en la sociedad que describe Ray Bradbury
Aterrorizante
Recuerdo ver la película hace un tiempo, me interesó bastante el tema. Recuero que en la película ya tenían televisores de esos que se enganchan en la pared.
Sobre la educación que recivimos en España... siempre nos quedará Internet, de momento.
Pues has hecho que me entren ganas de volver a ver la peli esa. Además nunca está de más ver algo de Truffaut.
A ver si encuentro tiempo, que con tanto fútbol, no sé yo...
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