lunes, 21 de enero de 2008

Historias de autómatas

La verdad es que no me vendría nada mal un artilugio como el de la foto, que compartiera conmigo la penosa tarea de intentar escribir una entrada diaria, en esta "maravillosa y sin par" bitácora que tienen la fortuna de estar leyendo. Porque aunque les cueste creerlo, el precioso muñeco que tienen en la imagen, sabe escribir. Vean esto, hombres de poca fe:



Este autómata fue creado por Pierre Jaquet-Droz, genial inventor suizo del siglo XVIII, y compone una trilogía con otros dos célebres muñecos mecánicos, "La pianista" y "El dibujante". Los pueden contemplar y admirar en el fantástico museo de arte e historia de Neuchatel, en Suiza. También pueden clicar aquí, y verlos en la página de la Wiki dedicada a este tipo de artilugios mecánicos.

Aunque quizá, el más famoso autómata de la historia es, precisamente, uno que nunca lo fue: "El turco" o "El jugador de ajedrez", construido por Wolfgang Von Kempelen en 1769 y cuyo propietario más célebre fue Johann Maelzel. Esta compleja máquina, pretendidamente, tenía la capacidad de jugar al ajedrez por sí misma y a un altísimo nivel. Fue tan grande su fama que llegó incluso a disputar una partida de ajedrez con el mismísimo Napoleón Bonaparte. Se cree que esta fue la primera gran derrota del emperador francés. Luego llegaría la de Waterloo, pero eso ya es otra historia.

En la imagen inferior tienen un dibujo explicativo del funcionamiento de este autómata. Era bien sencillo, en su interior encerraba a un hombrecillo, que, ¡oh, casualidad!, acostumbraba a ser un gran maestro en el arte de los 64 cuadros. Naturalmente, los espectadores y rivales no lo podían ver, ya que su escondite se ocultaba mediante una ingeniosa ilusión óptica que simulaba un compartimento vacío.


Si quieren saber más detalles sobre esta máquina, lean las especulaciones que el mismísimo Edgar Allan Poe escribió acerca de su funcionamiento y presunto fraude. Click aquí para descargar "El jugador de ajedrez de Maelzel" por E. Allan Poe.

Y como yo, lamentablemente, no dispongo de ayudante mecánico alguno, ni falso ni humano, que me alivie del trabajo con el que me gano la vida, tengo que dar por finalizada esta entrada, aunque no sin antes avanzarles que dejo para mejor ocasión, la exposición de la fascinante historia, real o no, de Francine, la hija ilegítima de René Descartes, que tras morir con sólo cinco años, fue reemplazada por una autómata idéntica, construida por este genial filósofo, para paliar su tristeza.

2 comentarios:

Pablo Franco dijo...

Vaya, que muñeco más siniestro. Aunque la verdad es que tiene mejor letra que yo. No vendría mal para esos momentos que apetece poner algo en el blog pero a uno no se le ocurre nada. Venga muñequito escribe.

La anecdota del jugador de ajedrez ya la conocia, y es buenisima. Flipado se debio de quedar Napoleon, jaja.

Popeso Dudando dijo...

La verdad es que sí que acojonan un poco. Pero yo no me canso de ver como funcionan. Son sorprendentes, y les dan cien vueltas a las muñecas que andan, lloran y mean que venden el Toys'r'us. Bueno, y me dan cien vueltas a mí, que me cambiaron por un botijo.

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