Nunca me gustaron las críticas populistas y demagógicas a algunas polémicas resoluciones de nuestros tribunales. Solía excusarlas con argumentos técnicos (he estudiado derecho, aunque no mucho), y acusaba a los medios de comunicación de sensacionalismo por publicar, de las sentencias, apenas un par de frases fuera de contexto. Pero creo que hasta aquí ha llegado mi amor por el tercer poder.
Me han llenado de estupor las leves sanciones que el CGPJ, órgano cada vez más politizado que se encarga de velar por la correcta actuación de los magistrados, ha decidido aplicar tanto al juez que se olvidó de encarcelar al asesino de la niña Mariluz, como al que consideró que el ahora prófugo Rodríguez Menéndez era merecedor de permiso carcelario. No sé si las leyes son malas, si hay un excesivo corporativismo o es, simplemente, falta de medios. Posiblemente, haya un poco de todo esto, pero lo que está claro es que el sistema no funciona.
Y por si fuera poco acabo de conocer la noticia de que hay un juez en Toledo que redacta sus sentencias mientras orina (?), y que desprende tan mal olor que sus subordinados se ven obligados a protegerse usando pañuelos y fulares perfumados en sus puestos de trabajos. Lean aquí.
¿Ven como tengo razón?. La justicia apesta.
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