Álvaro Uribe es el máximo dirigente de Colombia, y uno de los grandes artífices de que la ex-candidata presidencial, Ingrid Betancourt y otras 14 personas secuestradas por las FARC, se encuentren en libertad. En la imagen pueden verlo saludando a Ingrid y su madre, tras el brillante éxito de la operación "Jaque".
No saben cuanto me alegro del éxito del presidente Uribe. En un continente como el americano, donde están proliferando los gobernantes de corte populista, tipo Evo Morales o Chávez, es de agradecer que le salgan las cosas bien a los pocos dirigentes que se atreven a desmarcarse de los peligrosos senderos demagógicos de aquéllos.
El presidente Uribe se ha canjeado numerosos enemigos en su empeño por volver a hacer valer el estado de derecho en su país. Para ello, se fijó como un objetivo fundamental acabar con la guerrilla de las Farc (los asesinos de su padre, por otra parte) y con los grupos paramilitares, pero no a través de la claudicación ante sus exigencias, que sería lo más sencillo, sino tomando el camino más difícil, el de ejecutar arriesgadas operaciones policiales y militares para someter a los terroristas al imperio de la ley. Y aunque esta lucha le ha acarreado conflictos diplomáticos severos con países vecinos colaboracionistas como Venezuela y Ecuador, además de campañas de desprestigio en lo personal, llegando a ser relacionado, incluso, con grupos afines a los "narcos", el presidente colombiano no ha dejado nunca de estar en primera línea en esta noble lucha por recuperar los valores democráticos.
Es cierto que es un político con sus luces y sus sombras, y que es excesivamente conservador, pero en este mundo en que todo es marketing y fuegos de artificio, se agradece que existan todavía personajes discretos, serios y rectos como el actual mandatario colombiano. Y si no, que se lo pregunten a Ingrid Betancourt (video con sus primeras declaraciones, abajo) y a los otros catorce rehenes (pdf con sus identidades, arriba), que gracias a la constancia del señor Uribe y al valor de los miembros del ejécito colombiano, han podido, por fin, recuperar para siempre el control de sus vidas.
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