lunes, 4 de febrero de 2008

10 razones para odiar el carnaval

1- Leo en un periódico que ya estamos en Carnaval. En el folleto de fiestas que me han dado por la calle pone Entroido, y en un cartel de la pastelería de la esquina anuncian dulces de Antroido. Busco un diccionario para salir de dudas. El Rances no me ha solucionado nada, pero tanto leer me ha dado dolor de cabeza. Voy al botiquín y me encuentro la caja vacía. Leo el prospecto pero no se me pasa.

2- Esto no es Río de Janeiro, aquí es invierno y hace frío y, por tanto, no hay mulatas semidesnudas meneando su prominente trasero. Sólo de pensarlo me han entrado ganas de tocar culos. Me encuentro a mi vecina en el ascensor y no me contengo. De ahora en adelante, mejor subiré por las escaleras.

3- Mi perro, el muy idiota, se asusta con los petardos, así que no quiere salir a la calle. El pobrecito intenta aguantar sin hacer sus necesidades, pero no lo consigue. Voy a por el cubo y la fregona. Después tropiezo, y vuelta a empezar.


4- No bebo alcohol y sobran las explicaciones.

5- Pongo la tele y aparecen unas chicas disfrazadas de una mezcla de Carmen Miranda y pavo real. Es la gala de elección de la reina del carnaval de alguna isla platanera. Me empiezo a plantear dejar de ser abstemio.

6- Cambio de canal y veo en un teatro a un grupo de cuarentones semidisfrazados que me recuerdan a Fofito. Repiten una y otra vez la misma canción y aún así, el público se ríe. A mí no me hacen ni puta gracia, más que nada porque no sé en que idioma hablan, y no entiendo ni papa. Es el concurso de chirigotas de Cádiz, y corro disparado al mueble-bar.

7- Los amigos me invitan a una cena típica de esta época. Bueno, me invitan a acudir, porque al final siempre acabo pagando. No puedo participar en la elección del menú; ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Y esto último no tiene nada de metafórico. Mis amigos abandonan el restaurante muy contentos (borrachos, para ser precisos), comentando lo barato que ha salido todo. Cuarenta y dos euros por una botella de agua, y unas verduras con garbanzos. Me plantearía dejar de ser vegetariano pero no tengo tiempo para reflexiones ya que he de hacer de taxista para esta panda de alcohólicos. Naturalmente, uno de ellos vomita por la ventanilla, todo un detalle si no fuera porque no se acordó de abrirla.


8-Salgo tarde del trabajo, y bajo corriendo a la parada del autobús. Es miércoles y no me quiero perder el partido de turno de la liga de "champiñones". Un letrero avisa de que a causa de la quema del Dios Momo, mi autobús se salta mi estación. Me pongo a caminar pensando qué duro es esto de ser una divinidad en esta época de laicidad y pecado. Al poco rato me veo inmerso en una multitud que no me deja avanzar. Me he quedado atrapado en el entierro de la sardina. Al carajo, el fútbol. Me paso dos horas con ganas de orinar y meditando sobre el poco sentido que tiene echar al fuego a un Dios y enterrar a un pescado, cuando lo lógico sería hacer lo contrario. Tres horas después llego a mi casa aliviado, pero con una multa de 100 euros por orinar en público. Al día siguiente, el Marca titula:"¡Qué partidazo!".

9- Mañana trabajo y no puedo pegar ojo porque mi vecino ha llegado a las cuatro de la mañana con dos fulanas, y se han puesto a cantar una de José Luis Rodríguez "El Puma". Me visto rápidamente, y bajo cabreado a echarle la bronca. Me abre un tipo calvo disfrazado de "Popeye", y me da la risa. Ya no estoy enfadado, así que le pido un poco de harina, y una de las dos Olivias me entrega una bolsita minúscula. Cuando llego a casa, me doy cuenta que lo que me ha dado no sirve precisamente para hacer filloas y orejas. Al día siguiente, mi jefe me pide un chicle, y saco sin darme cuenta la bolsita que la noche anterior había guardado en mi bolsillo. Mi jefe se fija en mis ojeras y me guiña un ojo. ¡Qué enrollado el tío!, pienso. Una semana más tarde me comunica, ya sin pestañear, que no he superado el período de prueba.

10-Me ha salido una chapuza de fin de semana con la que ganarme unas pelillas que me vendrán bien para recuperar lo gastado en estas dichosas fiestas, ahora que estoy en el paro. Se trata de una pequeña reforma en las habitaciones de la casa de un conocido. Busco el buzo de trabajo, pero no lo encuentro. Mi sobrino lo ha utilizado como disfraz de carnaval. No me pregunten de donde ha salido esta tradición, pero en mi ciudad el atuendo típico de estas fiestas consta de mono azul de trabajo, spray de espuma y petardos. Sofisticado, ¿no creen?. Hago la obra igual y me cargo unos pantalones de 120 €. No me han pagado todavía mis servicios, pero al menos mi tía me ha devuelto lavado y planchado mi uniforme. Algo tarde, pero algún servicio me podrá hacer todavía. ¿No creen?.

3 comentarios:

Pablo Franco dijo...

Jaja, que buena!! Yo basicamente detesto los carnavles por el punto 10. Es lo que tu dices: buzo, sprays, petardos y ganas de hacer putadas. Osea, una mierda. Menos mal que este fin de semana he estado bien lejos. Aunque a ver que me tipo de energúmenos me encuentro hoy por la noche en A Coruña.

P.D:Yo también odio los carnavales.
P.D2: Durante la escritura de este comentario he escuchado tres petardos, en fin...

Popeso Dudando dijo...

Hoy es Martes de Carnaval y aunque me he acostado a las 6 de la mañana ya llevo un par de horas levantado "gracias" a los petardos. En la entrada del año que viene no me quedaré tan corto en mi exposición de motivos para odiar el carnaval. Creo que la titularé "101 razones..."

Anónimo dijo...

Como dijo una vez un gran periodista de Tenerife:

"Y si a usted no le gusta el Carnaval cierre la puerta y las ventanas; corra las cortinas, baje las persianas, apague la radio y el televisor, no compre el periódico, no hable con nadie.
Quiero decir, retírese de la vida"

No podría estar más de acuerdo

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